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El linaje familiar de Cavas Valmar

De visita en la Ciudad de México con motivo de Nación de Vinos, aprovechamos para platicar con Fernando Martain, director general de Cavas Valmar, bodega fundada en 1983 por Martain y su esposa, Yolanda Gayosso Valentín.

“Fue trabajando en Santo Tomás donde aprendí todo sobre el vino. Ahí también conocí a Yolanda, nos casamos, y en las pláticas dominicales, en la sobremesa, el abuelo nos animó a salirnos para hacer una pequeña bodega estilo francés; la idea era crear una vinícola familiar, tipo boutique, proyecto que arrancamos en 1983 con seis barricas nada más”, platica el ingeniero químico originario del entonces Distrito Federal.

Seguramente para beneplácito del abuelo de Yolanda, el francés don Federico Valentín, Cavas Valmar es ahora mucho más que una vinícola familiar. Es la cuarta más antigua de Baja California, únicamente detrás de Santo Tomás, L.A. Cetto y Domecq. “Empezamos comprando la uva, ahora ya tenemos nuestro propio viñedo; son casi siete hectáreas en las que sembramos chenin blanc, tempranillo y cabernet, además de shiraz, nebbiolo, carmenere y un poquito de sangiovese”, señala Martain.

La bodega debe su nombre a la combinación de los apellidos de sus fundadores: (Yolanda) Valentín y (Fernando) Martain.

Para Martain, la competencia dentro de la industria es un factor 100% positivo. “Somos una bodega que comparte los conocimientos y el ánimo para que más gente produzca vino con el objetivo de que la región crezca. Pensamos que mientras más seamos, más competencia habrá, y el mejor es el que va a vender más; que seamos muchos en el mercado va a ejercer una presión para hacer mejor las cosas, lo cual está bien. Esa es nuestra filosofía, y prueba de ello son las más de 50 bodegas que han nacido gracias a lo aprendido en Valmar”, asevera.

AL CLIENTE LO QUE PIDA

Además de los tres vinos clásicos Valmar (chenin blanc, tempranillo y cabernet), con el fin de cubrir otros canales de comercialización, lanzaron una línea adicional conformada de cuatro vinos: Esfera, que es una mezcla de cabernet con syrah; dos Luna del Valle, Luz y Sombra; Luz es puro tempranillo, Sombra es una mezcla de tempranillo con cabernet, y D4, hecho con cuatro variedades de uva: nebiollo, cabernet, syrah y merlot. “Este último nos encanta porque se puede combinar con cualquier platillo mexicano, aunque también sabe bien solo, frío; es un vino muy versátil”, afirma el enólogo de la casa, tarea que ahora comparte con la menor de sus hijas, Nicole. “Y así como esta asociación, tenemos otros clientes particulares, restaurantes y demás, para quienes hacemos uno o más vinos con su marca”.

“Antes yo tomaba todas las decisiones, afortunadamente tenemos dos hijas que ya me ayudan; una en el trabajo enológico, la otra en la cuestión de la distribución en Estados Unidos”.

En la actualidad, Cavas Valmar produce 1500 cajas propias, es decir, 500 de chenin blanc, 500 de tempranillo y 500 de cabernet. A esto se le suman unas 3000 de La Castellana y otras 1000-2000 para particulares. “Una parte la exportamos a Estados Unidos”, puntualiza. “Todo lo que es California, Nevada, Arizona, Florida, Chicago, y muy pronto, Nueva York, Las Bahamas y Hawái”.

Y es que así como Nicole le ayuda a elegir las uvas, Michelle, la hija mayor, dedica sus esfuerzos a promocionar el vino mexicano en el país vecino a través de su propia compañía, LMA Wines (La Misión Associates). “Es un negocio familiar, bien integrado”, expresa orgulloso.

La producción anual de la bodega es de aproximadamente 6,500 cajas de 12 botellas cada una.

Con la esperanza de realizar sus propias fiestas de la vendimia en un par de años, Fernando asegura que darle una oportunidad al vino mexicano es algo que todos deberíamos hacer, pues nos podríamos llevar una grata sorpresa por sus características: “Por ejemplo, los tempranillos mexicanos son más frutales y agradables que los españoles; los nebbiolos mexicanos, comparados con los italianos, tienen más fruta negra, fuerza y corpulencia; los cabernets, merlots y chardonnays mexicanos son muy diferentes a los franceses debido al clima, el sol, la gente. En conclusión, los vinos mexicanos combinan con la gastronomía mexicana mucho mejor que cualquier botella del extranjero; ya sea con mariscos, antojitos típicos o cortes de carne de primera calidad, un blanco o tinto mexicano siempre resaltará más los sabores de la comida que uno importado, y ese para mí es el plus de comprar lo hecho en México”.

Si quieres visitar la bodega (en el centro de Ensenada) o el viñedo (en el Valle de Guadalupe), siéntete libre de llamar para agendar una cita.