Determinar la calidad de los vinos es parte del método de cata de vinos y es un tema lo suficientemente complejo y fascinante.
De lo anterior, podemos sacar tres conclusiones sobre la calidad. Primero, la calidad define la excelencia de algo. En segundo lugar, la calidad se puede medir. En tercer lugar, inferimos qué calidad no es: subjetiva.
En el mundo del vino, los conocedores no están de acuerdo sobre el número exacto y la naturaleza de los factores de calidad a considerar. Pero existen seis características que determinan la calidad del vino: equilibrio, intensidad de sabores, complejidad, claridad, tipicidad y duración de final.
Equilibrio
El equilibrio es probablemente la característica más definitoria que exhibe un gran vino. Los vinos de alta calidad siempre tienen un equilibrio armonioso entre sus componentes. Hay diferentes elementos que deben estar en equilibrio entre sí.
El equilibrio suele manifestarse en diferentes dimensiones.
En los vinos blancos, la acidez y el alcohol / azúcar deben coincidir; si la acidez no es suficiente en comparación con el nivel de dulzor del vino, la bebida parecerá empalagosa. Para los tintos, los taninos, la acidez y el alcohol deben estar en equilibrio.
La fruta / azúcar por un lado y la acidez / taninos por el otro deben estar en simetría; si se usa roble, debe existir un equilibrio entre los sabores primarios y secundarios, para evitar que los aromas de madera cubran matices afrutados y frescos.
Si los componentes aparecen separados o algo sobresale a expensas de otros, entonces el vino carece de equilibrio.
Intensidad de sabores
Un vino que tiene sabores diluidos y tenues no es un vino excelente. En cambio, un vino concentrado, con aromas definidos y fuertes, es más probable que sea de calidad.
Claridad
Los grandes vinos muestran definición y claridad de sabores. Los diferentes aromas se perciben como concentrados, precisos y expresivos. Por el contrario, si los sabores aparecen borrosos, eso resta valor a la calidad general del vino.
Para comprender la claridad en el vino, piensen en escuchar música a través de una estación de radio. Si la frecuencia de radio no está perfectamente sintonizada, aún pueden escuchar la canción, pero la melodía está alterada. La música pierde su integridad, interrumpida por interferencias y ruidos discordantes.
Por el contrario, cuando la estación está perfectamente sintonizada, puede escuchar la música con claridad. El sonido es preciso y libre de molestas distorsiones.
Complejidad
Los vinos excelentes son complejos y de múltiples capas. Muestran una amplia gama de diferentes sabores y matices; necesita tiempo para repasar todas sus sutilezas.
Sus ramos evolucionan, desplegando innumerables aromas. Un vino complejo está impregnado de un misterio, que solo se desvela gradualmente y necesita volver al vino una y otra vez para desarrollar sus complejidades.
La complejidad es un signo de calidad; a veces, el estilo de un vino es tal que se pretende que tenga una expresión varietal clara y pura. En ese caso, el vino puede parecer menos complejo, como no tener aromas secundarios o terciarios, pero aún así ser un vino excepcional.
Tipicidad
Normalmente es típico un vino excepcional. Lo que significa que es el ejemplo por excelencia de su lugar de origen. En otras palabras, los grandes vinos revelan un sentido de lugar. Expresan plenamente el terruño, para usar el elusivo término francés.
La misma regla se aplica a un vino que muestra una gran tipicidad. Sus aromas y características encarnan a la perfección el estilo o lugar al que pertenece el vino.
Longitud de acabado
La duración del final, describe cuánto tiempo permanecen estas sensaciones en el paladar y su intensidad. El acabado es un indicador importante de la calidad del vino. Existen dos dimensiones de longitud final: duración y distancia.
Finalizar la longitud como duración es el rasgo más obvio; los grandes vinos son muy persistentes y sus atractivos sabores duran varios segundos después de su ingestión. Algunos expertos en vino miden la longitud final en caudalie.
Esta unidad mide la duración de la persistencia aromática de un vino en el paladar después de haber tragado (o escupido) el líquido. Un caudalie es igual a un segundo y un buen vino suele tener un final de 8 o más caudalies.