Pocas cosas existen en la vida que resulten tan deliciosas como beber una taza de café en una mañana fría o en una tarde lluviosa o una copa de vino en cualquiera de sus variedades a la hora de la comida. Pensar en estos dos pequeños placeres implica al mismo tiempo, recurrir a las características que los unen y los hacen tan similares, aquello que los vuelve tan embriagantes y en ocasiones tan adictivos, sin que ello implique claro está una dependencia real a cualquiera de éstas bebidas.
Comencemos por obviar el hecho de que ambos, tanto el café como el vino son resultado de un largo, delicado y artesanal proceso de producción que en principio se genera a partir de un fruto en especifico, de la misma manera podemos decir que los dos elixir tienen la capacidad de generar en el ser humano respuestas positivas y/o generadoras de placer, debido a que sus componentes tienden a estimular áreas especificas del cerebro, así es, ambos ingredientes, son por excelencia productores de sensaciones agradables.
Otra cualidad que comparten la cafeína y el vino es que ambos han demostrado brindar diversos beneficios a la salud, como mejorar la memoria, prevenir la diabetes e incluso retrasar el envejecimiento celular gracias a sus antioxidantes. Finalmente se puede hacer énfasis en los deliciosos aromas que se desprenden de ambos productos, así como el proceso de que se sigue para determinar la calidad de éstos lo cual se encuentra a cargo de personas como el catador y el sommelier.