
Una región pequeña con alma de gigante
En el norte de España, a solo una hora de Bilbao, se encuentra La Rioja, una comunidad pequeña en tamaño —5,000 km² y poco más de 300 mil habitantes—, pero inmensa en legado vinícola. Aquí, entre el río Ebro y sierras protectoras, se extienden más de 65,000 hectáreas de viñedos, donde el vino no solo se cultiva: se cuenta como una historia líquida.
La relación de esta región con el vino viene desde tiempos romanos, aunque fue en el siglo XIX cuando comenzó a consolidarse como una referencia mundial. El secreto de su éxito ha sido siempre el mismo: dejar que el tiempo haga su trabajo. En La Rioja, los vinos saben envejecer… y emocionar.
Rioja no es solo La Rioja
Aquí vale una aclaración importante. “La Rioja” es una comunidad autónoma, mientras que “Rioja”, sin artículo, se refiere a la Denominación de Origen Calificada (DOCa Rioja), que abarca parte de La Rioja, pero también zonas del País Vasco (Rioja Alavesa) y Navarra.
El sur de La Rioja, montañoso y frío, no forma parte de la DOCa, ya que el cultivo de uvas requiere temperaturas y altitudes más equilibradas. Así que cuando hablamos de “vino Rioja”, hablamos de una denominación de origen que trasciende fronteras administrativas y se define por su terroir.
Un terroir, tres zonas y muchas voces
La DOCa Rioja se divide en tres subzonas:
- Rioja Alta: vinos elegantes, estructurados y longevos.
- Rioja Alavesa: tintos frescos y aromáticos, de cuerpo medio.
- Rioja Oriental (antes Rioja Baja): vinos más cálidos y potentes.
La uva estrella es la Tempranillo, pero también se cultivan Garnacha, Graciano, Mazuelo, Viura y Malvasía. El clima —continental con influencias atlánticas— permite una maduración lenta que da lugar a vinos complejos y bien equilibrados.
Crianza, paciencia y carácter
Uno de los sellos de Rioja es su sistema de clasificación por envejecimiento, que educa al consumidor:
- Crianza: al menos 12 meses en barrica y 12 en botella.
- Reserva: mínimo 3 años de crianza, con al menos 1 en barrica.
- Gran Reserva: vinos que descansan más de 5 años antes de salir al mundo.
Este modelo refleja la filosofía riojana: el vino necesita tiempo para convertirse en su mejor versión.
Aunque los tintos son los protagonistas, los blancos y rosados de Rioja están ganando notoriedad por su frescura, versatilidad y perfil moderno.
Bodegas icónicas y experiencias para recordar
La Rioja también es destino. Algunas bodegas imperdibles son:
- Marqués de Riscal, con arquitectura de Frank Gehry.
- CVNE, historia viva en Haro.
- Bodegas Muga, donde el roble aún se trabaja a mano.
- Ysios, modernidad firmada por Santiago Calatrava.
En el Barrio de la Estación de Haro, algunas de las casas vinícolas más emblemáticas abren sus puertas a quienes desean vivir el vino desde dentro.
Y para los más festivos, la Batalla del Vino o los paseos por pueblos como Laguardia o Briones ofrecen un maridaje perfecto entre vino, cultura y tradición.